EL MISTERIO DE LA ENSEÑANZA
“...dicen que a
los chicos hay que quererlos y para eso no hace falta estudiar de maestro. En
cambio, si uno quiere ser realmente un maestro, es porque quiere hacer otra
cosa además de quererlos y esto es enseñar”
Estanislao Antelo
Hay algo mágico en el proceso de transmisión cultural: alguien sabe
algo y mediante procesos comunicativos logra que otro los “capte”. ¿Qué es lo
que sucede? ¿Cómo es que “captamos” algo del otro de una forma casi tan natural
que la sociedad humana no es más que una red permanente de comunicaciones? (Luhmann, 1998) Es más, no necesitamos
conocer el mecanismo de la transmisión cultural para ser transmisores de
cultura, aunque estamos convencidos que descubrirlo nos puede ayudar mucho para
hacer más efectiva la comunicación en entornos formales como las instituciones
educativas.
El papel activo del aprendizaje
Hace mucho tiempo la pedagogía y la psicología se han dado cuenta del
papel activo del sujeto que aprende, que para aprender es necesario hacer algo;
y desde Piaget sabemos que ese “hacer algo” es esencialmente cognitivo (Piaget, 2003). Maturana nos diría que el
aprendizaje es algo que le ocurre a nuestro cuerpo en acción (Maturana, 1996), con lo que nos invita a no
caer en el mentalismo, esa tendencia
a creer que cuerpo y mente son sustancias distintas y hasta opuestas.
Hoy sabemos que cuando aprendemos algo siempre estamos en acción. Por
más “pasivos” que nos mostremos cuando estamos frente a nuestro televisor,
cuando escuchamos con atención al profesor, cuando leemos, etc. estamos
cognitivamente activos; por ello es que la Didáctica del siglo XX puso énfasis
en actividades de aprendizaje antes que en actividades de enseñanza, lo que en
algunos casos degeneró en el activismo pedagógico.
El descubrimiento del papel activo del aprendiz jugó un papel
importante en la demolición de viejas y torturadoras prácticas pedagógicas que habíamos
heredado de la edad media; sin embargo, no es suficiente para comprender el
mecanismo de transmisión cultural, ese mecanismo que hace que algo conocido por
alguien pueda ser puesto en la mente del otro. Hace falta comprender el
mecanismo de la enseñanza.
Tal desconocimiento nos ha llevado a cometer grandes errores en la
construcción de teorías pedagógicas, como el activismo (confusión y oposición
entre la actividad cognitiva con la actividad motriz) y el constructivismo
pedagógico (versión nueva de solipsismo, que niega la posibilidad de transmitir
alguna forma de conocimiento); teorías que a su vez, han originado falsas
dicotomías como: capacidades versus contenidos, aprendizaje versus enseñanza,
métodos activos versus métodos pasivos, etc. que en la práctica han confundido
más al docente antes que ayudarlo en su labor pedagógica; en muchos casos esas
dicotomía han servido para encapsular a algunos maestros con clichés como
“maestro pasivo” o “profesor tradicional”, y en otros casos ha permitido
confundir pobres experiencias pedagógicas con aprendizajes significativos.
La consecuencia más nefasta de estás pedagogías es que han empobrecido
la labor del maestro y los niveles de aprendizaje (Enkvist, 2006). En algunos centros escolares
es común observar a docentes haciendo clases “activas” donde los alumnos nada
aprenden, o en otros casos docentes que abandonan a los alumnos a su suerte en
el aprendizaje.
La enseñanza es comunicación
La enseñanza es una relación social, es un sistema de comunicación y
supone la existencia de un enseñante y un aprendiz; por ello es que agregarle
la categoría de “aprendizaje” (enseñanza - aprendizaje) es una redundancia que
en lugar de esclarecer su estudio ha desviado la investigación pedagógica hacia
el psicologismo.
La Pedagogía es una disciplina que estudia un tipo especial de
comunicación: la que se realiza con fines educativos, es decir la comunicación
encargada de transmitir a las nuevas generaciones los “trucos” necesarios que
le permitirán tomar las riendas de su persona y de la sociedad en un futuro
mediato y que, por sí mismos, los educandos difícilmente podrían adquirirlo.
Para tal encargo social se ha creado históricamente las escuelas, institutos y
universidades.
Es sorprendente verificar que las principales categorías de la
Pedagogía, tanto de estado como de proceso, se encuentran vinculadas a las
de la ciencia de la comunicación, observemos:
Figura N° 1
El contenido como texto
La categoría pedagógica más maltratada por las pedagogías de moda es la
de “contenido”. Se ha dicho que lo importante en la enseñanza no son los
contenidos, sino las capacidades, que los contenidos son un medio o “pretexto”
para desarrollar capacidades. Martiniano Román (Pérez, 2005)
llegó al extremo de aseverar que “tradicionalmente” la escuela sólo enseñaba
contenidos y que a menudo no llegaban a desarrollar capacidades. La separación
de contenidos y capacidades sólo se justifica para fines de estudio, pretender
que en la realidad ocurre así es como suponer que los alimentos y los nutrientes
son cosas distintas, o confundir las palabras con las cosas.
El contenido didáctico equivale al texto en la lingüística. El texto es
el contenido del discurso. Pues bien, el discurso pedagógico tiene su texto y
ese es el contenido. El contenido del discurso pedagógico se caracteriza por su
función educativa, aunque para comprender su naturaleza necesariamente tenemos
que ayudarnos de la lingüística.
Desde los años ochenta la psicolingüística ha revolucionado nuestra
comprensión de los procesos comunicativos en los contextos pedagógicos. Van
Dijk, es uno de los pioneros que logró vincular la psicología cognitiva con la
lingüística logrando asombrosos resultados. Gracias a dichos estudios, hoy
sabemos que todo texto contiene los mecanismos cognitivos que lo hacen posible (Dijk, 2005), con lo cual se refuta la
mecanicista separación de contenidos y capacidades.
La unidad de contenidos y capacidades
Si tenemos en cuenta los postulados de la psicolingüística en la pedagogía,
nos damos cuenta que todo contenido didáctico contiene las operaciones
cognitivas que hacen posible su comprensión y comunicación, es decir contiene a
las capacidades. Ello significa que no se trata de “aplicar” las capacidades a
los contenidos o que los contenidos son un medio para desarrollar capacidades, como
erróneamente capacita el Ministerio de Educación a los maestros, sino que las
capacidades ya están en los contenidos: si queremos saber qué capacidades
tenemos que tener en cuenta en una clase lo que tenemos que hacer es buscarlos
dentro de los contenidos, mediante una técnica que llamo “Análisis Pedagógico
del Contenido” que consiste en identificar las operaciones cognitivas
existentes en cada sistema de contenidos.
La tesis anterior en realidad es esclarecedora, por un lado nos muestra
la importancia del dominio de contenidos por parte del docente, y por otro nos
muestra el misterio de las capacidades. Veamos el siguiente ejemplo para
corroborar lo planteado:
La lingüística ha identificado una gran variedad de estructuras
textuales que suponen operaciones cognitivas (Paradiso, 2007)
como definir, secuenciar, explicar, argumentar, etc. aunque no existe una
clasificación definitiva, lo importante es la posibilidad de identificar las
operaciones cognitivas o capacidades que se deben realizar para comunicar y
comprender el contenido.
La posibilidad de una ciencia de
la enseñanza
La enseñanza parece un misterio, pero actualmente no lo es. Desde la
psicología sociocultural (Vigotski, 2001) sabemos que el aprendiz jamás
aprenderá por sí mismo más allá de su zona de desarrollo real (ZDR). La mayoría
de las comunicaciones que tenemos a diario en forma “natural” se dan dentro de
dicha zona. Los aprendizajes realmente educativos, aquellos que impulsan el
desarrollo cognitivo son solamente posibles gracias a la presencia de
enseñantes, de especialistas en enseñar. Son los pedagogos los que abren
posibilidades de desarrollo en los aprendices, son los que crean zonas de
desarrollo próximo (ZDP). Feuerstein, M. Cole, Wertsch, Bruner, entre otros,
han documentado debidamente lo antes sostenido. Por lo tanto, la enseñanza o
comunicación pedagógica es aquella que produce ZDP y que a la larga permite el
desarrollo cultural del individuo.
El papel del maestro es generar ZDP, es lograr que el alumno aprenda
algo que por sí sólo no lo lograría o demoraría mucho tiempo, pero ¿cómo
hacerlo? La psicología sociocultural nos da la herramienta fundamental desde la
cual podemos convertir a la pedagogía y a la didáctica en ciencias más
precisas: se trata del concepto de MEDIACIÓN.
Según la terminología vigotskiana, la mediación consiste en utilizar
herramientas simbólicas para solucionar problemas psicológicos. En la
terminología psicológica actual diremos que la mediación es el proceso de
utilizar recursos simbólicos para solucionar conflictos cognitivos. Es una ley
universal que los seres humanos utilizamos símbolos para ayudar a solucionar
problemas cognitivos: por ejemplo, rezar es un recurso psicológico frente a
ciertas angustias, usar los dedos para contar es un efectivo recurso para los
niños, etc.
La tarea del docente consiste entonces en utilizar recursos simbólicos
para garantizar la solución de conflictos cognitivos, especialmente los de
carácter intelectual. A esos recursos se les puede nombrar como “mediadores
cognitivos”, prefiero llamarlos “mediadores pedagógicos”.
Los mediadores pedagógicos
Sabemos que el alumno no puede aprender algo más allá de su ZDR, es en
la ZDP donde utilizaremos herramientas simbólicas para ayudar a mediar los
conflictos cognitivos que se van suscitando. Esto quiere decir que la ZDP
vigotskiano equivale al momento de conflicto cognitivo piagetiano (Figura N° 3).
El aprendizaje es acción, el aprendizaje pedagógicamente inducido es
acción cognitiva que genera desarrollo cultural. Si los contenidos didácticos
contienen operaciones que el alumno difícilmente puede descubrirlos, ya que se
encuentran más allá de su ZDR, entonces es labor del maestro crear las
herramientas simbólicas necesarias para ayudar al alumno en la reproducción de
las operaciones cognitivas necesarias para reconstruir los contenidos
didácticos en su mente, esa es la tarea del docente. Tarea que los buenos
docentes siempre han hecho aún sin ser conscientes del mecanismo.
Los mediadores pedagógicos son por lo tanto guías de operaciones, de
las operaciones que permiten reconstruir el contenido en la mente del alumno,
son los “andamios” de los que nos hablaba Bruner (Bruner, Watson,
& Vila, 1990).
Los mediadores pedagógicos pueden ser preguntas, cuadros de doble entrada,
esquemas, instrucciones de actividad, dinámicas, etc. que utilizan los docentes
en los procesos pedagógicos para ayudar a la acción cognitiva.
Si bien es cierto que el mediador pedagógico se construye en función de
las operaciones cognitivas presentes en el contenido, no existe una única forma
de diseñarlos. Para el ejemplo de la Figura N° 2, se puede utilizar un cuadro
comparativo, una pregunta o cualquier otra forma ingeniosa que elabore el
docente. Observemos:
Figura N° 4
Conclusiones
Conocer los mecanismos de la enseñanza nos sirve para crear nuestros
mediadores pedagógicos de manera más consciente, identificando las operaciones
que requiere un contenido para su aprendizaje. Es posible saber si una clase es
efectiva si utiliza los mediadores pertinentes de acuerdo al contenido.
Desmitificar la enseñanza permite reivindicar al maestro su labor
creativa y planificadora, la cual ha sido atropellada por la imposición de
modas pedagógicas que debido a un mal entendimiento de la actividad del alumno,
se promovió el pasivismo del maestro,
quien es, al fin y al cabo, el motor de la enseñanza y por ende, la garantía de
un buen aprendizaje desarrollador.
La mediación pedagógica nos remite al origen de la palabra “Pedagogía”
que es “guiar al niño”, y que en términos actuales es guiar el desarrollo de la
cognición.
Bibliografía consultada
Bruner, J. S., Watson, R.,
& Vila, I. (1990). El habla del niño: aprendiendo a usar el lenguaje.
Paidós.
Dijk, T. A. van. (2005). Estructuras
y funciones del discurso: una introducción interdisciplinaria a la lingüística
del texto y a los estudios del discurso. Siglo XXI.
Enkvist, I. (2006). Repensar
la educación. Ediciones Internacionales Universitarias.
Luhmann, N. (1998). Sistemas
sociales: lineamientos para una teoría general. Anthropos Editorial.
Maturana, H. R. (1996). Fundamentos
biológicos del conocimiento. Anthropos Editorial.
Paradiso, J.C. (2007). Texto y Cognición. En QuadernsDigitals.NET:
El portal de educación. (s.f.). . Recuperado Septiembre 13, 2011, a partir de
http://www.quadernsdigitals.net/index.php?accionMenu=hemeroteca.VisualizaArticuloIU.visualiza&articulo_id=9829
Pérez, M. R. (2005). Capacidades
y valores como objetivos en la sociedad del conocimiento: perspectiva didáctica.
Arrayan.
Piaget, J. (2003). La
psicología de la inteligencia. Editorial Crítica.
Vigotski, L. S. (2001). El
desarrollo de los procesos psicológicos superiores. Editorial Crítica.